Estaba
tan triste como feliz. A veces me volvían a lastimar o sólo pensaba en cuán
amarga era la vida, o lo mala que era conmigo. Pero, al cabo de unos minutos o
quizás segundos, volvía a tener una sonrisa y me di cuenta que ya nada me
preocupa…
En
algún momento fui una pre-adolescente más que perdida y lo asumí entre
lágrimas. No había otra cosa para describirme, estaba totalmente perdida… no
sabía qué hacer y tampoco sabía qué me pasaba… por qué derramaba tantas
lágrimas en un mismo minuto, por qué extrañaba tanta gente que ya ni siquiera
se fija en mí… me atrapé en mi misma, desconocía mis límites y mis motivos. Era
una extraña, una desconocida más para mi persona.
Un
día, con un poquito de frío, lo conocí a él. No sé qué me cautivó, no sé qué me
atrapó y me hizo amarlo tanto… depender tanto de él.
No
me esperaba romances, no me esperaba todo eso que iba a pasar dentro de unos
pocos meses.
Siempre
lo veía y me enamoraba sin esperanzas como suelo hacerlo, él me veía también.
En esos momentos me hubiera encantado leerle la mente y saber qué pensaba de
mí, pero tiempo después me enteré y concluí en que yo sentía lo mismo.
Por
aquellos momentos no me quería a mí misma. No me quería por comer mucho, no me
quería por aquello y por lo otro. Cuando las mariposas en el estómago
aparecieron en mí, dejé de comer. Tenía el estómago engrapado.
Deduje
que el amor se me había ido de la cabeza al estómago.
Quería
vomitar, quería muchas cosas y algunas las desconocía por completo.
Una
semana después ya éramos una pareja increíblemente feliz. Pasaron dos meses,
casi tres, y yo volví a caer en el mismo pozo negro sin fin... eso fue ayer.
I
would die for you… I’ll die for you.
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