martes, 13 de noviembre de 2012

Prendí un cigarrillo y con el viento apagué el fósforo.
Me asomé por el ventanal que daba al balcón y ahí estuve apoyada fumando hasta que el cielo se volviera violeta y rosa.
Agarré la rosa que él me regaló. Seguía intacta, como el primer día. Su tallo con espinas estaba cubierto de papel celofán. No tenía ni un rayón.
Me pregunté: "¿cómo es que sigue intacta, perfecta y hermosa? ¿Cómo es que no se marchitó de arriba a abajo?"
Aquella flor representaba nuestro amor pero jamás se me pasó por la cabeza pensar que nuestro interminable y sufrido amor estaba todavía vivo.
Busqué el alcohol en alguna parte del departamento. La bañé en ese líquido incoloro y oloroso para después tirarle un fósforo y verla arder...
El amor está muerto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario