jueves, 20 de septiembre de 2012

this was my life, this was my faith

Como bien dice el título: "this was my life, this was my faith" ¡sí! Voy a hablar de mí en esta entrada.
Nadie me conoce, soy un fantasma cibernético y la hora de que me conozcan a través de la palabra llegó.
En mis entradas reflejo mi persona: depresiva, feliz, suicida, inteligente, etcétera.
Cambio mucho de ánimo, de actitud, así que depende de cómo esté ese día mi entrada reflejará mi estado de ánimo. Hoy me siento un vegetal, estoy completamente aburrida y cansada. Mañana es el último día de clase de la semana, ¡gracias!
En fin, esta era mi vida, esta era mi fe. 

                                              This was my life
                 This was my faith

Ya todos saben mi nombre y sería más que estúpido que lo diga una vez más. En serio, soy soberbia y por ende no me gusta repetir las cosas. Cuando es realmente necesario que lo haga, así lo hago, pero después jodanse.
Nací un sábado de primavera, era 30 de septiembre y hacía calor, según me contó mi mamá. Bueno, a las 11:20 ya estaba en esta porquería redonda pero buena cuando quiere; here I come.
Me pusieron Malena. Es un feo nombre, a mí no me gusta. ¡Qué obviedad! A nadie le gusta su propio nombre.
Algún puto día, crecí y me encontré jugando en un jardín de infantes (gracias Bautista por darme los besos que me dabas ¡horribles! Me dabas asco. Y gracias por morderme el brazo, me dolió y lloré, basura prehistórica aunque todavía te quiero). La pasaba re bien, todos la pasamos bien ahí, hasta que un día... ¡hola, me llamo colegio!
Cuando tenés 6 años (ó 5) estás feliz de ir al colegio, es un día de sonrisas. Obviamente, también la pasás bien pero después querés quemar el colegio con todos adentro.
Empecé con una chica la cual solía llamar mejor amiga (y no, no es Rocío); su nombre es Micaela. Es una chica extremadamente flaca. No es anoréxica, claro que no, sólo que nunca tiene hambre y es un palo de helado (incluso más flaco). Las chicas que son flaquísimas siempre son las que tienden a romper las pelotas con eso de la comida. No en su cuerpo, en el de los demás. Un ejemplo rápido:
-¡Male! -exclamó Micaela.
-¿Qué? -le respondí.
-¿Querés una galletita? -me ofreció acercándome el paquete.
-Bueno... -le contesté y procedí a agarrar una a lo que, rapidísimo, el paquete (prácticamente) voló por el aire.
-¡Comprate, gorda! -Ella era la típica rubia perfecta la cual era la obsesión de todos.
Es verdad, me hizo eso y hasta el día que hoy que casi tengo 13 años aún lo recuerdo. Es difícil -y casi imposible- olvidarse de eso. Claramente, era inocente, sólo tenía 6 o 7 años, me hirió en su momento pero después me olvidé completamente pero cuando la etapa infeliz de mi vida decidió decir ¡hola! me acordé de todo como si hubiera sido un tornado de recuerdos.
Cada vez que lo recuerdo desearía ser como ella: inapetente. Una persona carente de apetito y por ende, flaquísima. Es placentero; tus huesos se notan y nadie te puede decir qué comer y qué no.
En primer grado, conocí a Rocío: clave en esta entrada y en muchas otras y muchas otras que se vendrán. Todavía recuerdo exactamente lo que nos dijimos cuando nos conocimos:
-¡Hola -exclamé con simpatía (graciosamente, de chica mi mamá me hacía las típicas "dos trencitas" y era colorada)
-¡Hola! -respondió Rocío a mi saludo.
-¿Cómo te llamás? -le pregunté (la clásica pregunta en los establecimientos educativos)
-Rocío. Y, ¿vos cómo te llamás?
-Malena -le respondí.
Y así le dimos comienzo a una amistad de constantes peleas por parte mía. Cortísimas, pero dolorosas. Sin embargo, fuimos más que muy amigas y ella, prácticamente, vivía en mi casa; se quedaba a dormir, a comer, de chicas jugábamos, etcétera. Era simplemente genial.
Después conocí a Samantha, Agustina... qué sé yo, mucha gente.
Ese mismo año fue el comienzo de mi vida escolar. Siempre aburrida, peleadora...
Me empezó a gustar "Marcelito"; un enano lindo con pelo largo. Bueno, al menos para mí era lindo y era el motivo de mi atracción perfectamente disimulada y ocultada.
Un día, Marcelo, me preguntó si quería ser la novia. Bueno ¡novia! Let me laugh, please. Teníamos 7 años, ni noción de eso. En fin, le dije que no porque, si mal no recuerdo, basé el 99,9% de mi opinión en Rocío.
Al final de 2007, cuando estábamos al final de segundo grado, él se fue del colegio. Me acuerdo que lo vi llorando muchísimo, ¡pobre!
Me acuerdo que el primer día de clases en tercer grado me descompuse; me bajó la presión por los nervios (creo que fue por eso) así que me ausenté de la clase. Fue tan gracioso, porque, a la tarde, en mi casa estaba saltando como un grillo feliz.
Ese mismo año, me empezó a gustar Facundo, pero después me di cuenta de que era un imbécil y no lo quise más. Bueno, me dejó de gustar pero siempre lo quise como amigo a pesar de todo.
Todavía me acuerdo -y me río al recordarlo- la reacción de mi mejor amiga (desde primer grado Rocío es mi mejor amiga), simplemente no lo podía creer porque Facundo era y es feo. ¡Perdón!
En 2008 operaron a mi papá del corazón después de un ataque a éste órgano. Estaba destruida, enferma, con depresión y sin ganas de vivir y eso que nada más tenía 8 años. El día que lo iban a operar, un compañero me dijo que se iba a morir. Yo, inocente y cansada (además de ojerosa y débil), vomité y lloré. Eso provocó mi depresión y mi enfermedad la cual diagnosticaron como bronquitis. No fui al colegio por más de un mes, por ahí. No estuve enferma un mes, mi mamá no podía llevarme al colegio y mi abuelo... él sí podía pero no lo hacía; no tenía ganas de ir. Contaba con pocos años y estaba sufriendo más de la cuenta, entiendo todo perfectamente.
Mi papá se recuperó en un poco más de un mes y el día que lo vi de nuevo en casa lo abracé muy fuerte.
Ese año dieron los tiempos para festejar mi cumpleaños número 9 y así lo hicimos. Mi año tuvo un final excelente comparándolo con lo demás que tuve que vivir.
Empezó el 2009 y teníamos un compañero nuevo: Alejo. Era insoportable, en serio. Cursé todo segundo ciclo con él y cursamos la secundaria (el día que lo vi en la fila sentí ganas de suicidarme, me sentía perseguida o algo por el estilo). Al principio, amablemente fui su amiga, a los dos días, me conecté a MSN con la compañía de Rocío y le mandé un mensaje el cual explicaba las razones por las cuales no queríamos ser sus amigas. Le importó tras carajos pero nos seguimos hablando, eramos chicas ahí. Los tres lo éramos, así que...
El tiempo siguió pasando (qué obviedad) y en 2011 mis viejos decidieron separarse. Una discusión horrible de presenciar, pero fue lo que me tocó y me la mastiqué dolorosamente. Lloré muchísimo aquel mes de febrero pero mi papá volvió a los tres días porque no aguantaba el hecho de no poder verme. Al principio mi mamá no se encontró contenta con esto, no le gustó para nada pero aguantó por mí hasta que en abril se separaron por definitiva. Ahí sí que dolió porque sostenía la ideología de que papá algún día volvería conmigo; ahora iba a su casa después del colegio, comía ahí, dormía la siesta y por supuesto, me aburría porque todavía no había comprado una computadora, ja.
Dolió mucho y lo extrañaba, pero no lo decía; siempre fui una persona con la tendencia a "me guardo todo" y lo hacía muy bien. No tuve conciencia de que algún día explotaría, una gota más desbordaría el vaso.
Aquel marzo de 2011 teníamos, otra vez, una compañera nueva. Me acuerdo que fue vestida con una pollera y tenía el pelo suelto. Era (y es) rubia de ojos verdes. Es gigante: alta y corpulenta.
Durante sus primeros días estuve mucho tiempo con ella, conociéndola y esto provocó celos en Rocío según me contaron. De ahí en más, decidí estar mucho más tiempo con Rocío.
Me empezó a pasar todo lo contrario: alguna vez estuve con Aylín, pero cuando me "alejé" o me di cuenta de que ya la había conocido, mi mejor amiga empezó a acercarse a ella. Obviamente, me sentí igual: celosa, pero como dije, seguí con mi tendencia a guardármelo todo.
Un día después de la separación de mis viejos, sonó el teléfono: era Aylín y me invitó a su casa. Le dije que sí, mamá me dejó y me llevó. Fuimos en el auto en compañía del abuelo, a lo que él decidió comentar:
-¿Y Gustavo? ¿Se fue con los amigos? -preguntó ya que no se lo había visto a mi papá.
-No -respondió mamá. -Se fue. -Y después le explicó por qué, cosa que no recuerdo, sólo me acuerdo que me dolió muchísimo aquella explicación tan filosa.
Le conté a Rocío en la casa de Aylín lo que había pasado y ella, según yo, no prestó atención o no le importó porque respondió con un "OK". Algo pasaba.
Los días continuaron y Rocío estaba más tiempo con Aylín: en el colegio, en su casa.
Welcome fucking day: aquel día tan no esperado llegó; discutí con Rocío, de manera fuerte al igual que con Aylín. Le di fin a nuestra amistad. Para ese tiempo yo ya estaba escuchando música depresiva: los temas más deprimentes de Nirvana, Hole, Jimmy Eat World, entre otras bandas pero por ahí conocí a Megadeth: una banda que realmente tuvo la capacidad de atraparme muy rápido. El primer tema que escuché fue "A tout le monde" junto con su vídeo oficial. Lloré porque así me sentía yo en ese momento: destruida, solitaria, enferma, sufrida y con ganas de morir.
Seguí con Megadeth y me volví una fanática loca. Loquísima. A esto, mi papá me regaló las entradas para su recital en Argentina el 10 de noviembre (y este año fui también, el 14 de septiembre).
Una semana después de aquella "polémica" discusión Rocío decidió volver a ser mi amiga. Bueno, de Aylín también. Acepté sólo por mi mejor amiga, Aylín podía morirse o matarse, lo que sea con tal de que no estuviera viva.
Muy poco tiempo, tiré todo al tacho de basura una vez más. Los hechos se repitieron, pero esta vez no volví a ser la amiga de Rocío, bueno sí, pero "muy a las perdidas" como se suele decir.
Mi dolor continuaba; no soportaba verla tan feliz con Aylín. La odiaba, me daba ganas de vomitar, me daba repulsión y asco.
El último día de primaria llegó y lloré. No porque no iba a ver más a mis compañeros (cosa la cual no quería); ya no iba a ver a Rocío, ya no íbamos a pasar aquellos veranos inolvidables tocando la guitarra y escuchando Nirvana.
Ese año lloré muchísimo y mi mamá no me creía que la razón de mi dolor era ella entonces, decidió querer mandarme a un psicólogo; me rehusé totalmente a la par que decía que estaba bien, que sólo quería desahogarme. 
Mamá, prácticamente sin salida, aceptó y yo me empecé a masticar las cosas mucho más, lloraba cuando ella estaba trabajando hasta hace unos meses.
El 2012 llegó: pasé navidad con mamá y año nuevo con papá. La pasé muy bien a pesar de que ellos no estuvieran juntos.
Empecé la secundaria y me encontré con Alejo y Joel, una pesadilla. 
Un día de abril, exploté totalmente, rompí en llanto y no comía. Se asustaron y me llevaron a un médico; aquel día (de mierda) me diagnosticaron depresión. Sí, mis pensamientos habían sido acertados.
Ahora mamá no me dejaba sola en casa por miedo.
Aquella noche la vi llorando por mí y no pude evitar sentirme una basura, una mierda, una persona miserable. Al otro día me repuse totalmente y fui a su trabajo. Estaba faltando al colegio porque carecía de ganas de vivir totalmente.
Al fin, me había curado y no lloré nunca más. Mamá dejó uno de sus dos trabajos y me sentí feliz; teníamos más tiempo juntas, una de las cosas que más quería.
Había dicho que extrañaba a papá y empecé a pasar más tiempo con él. Comencé a ser feliz por una puta vez.
A Rocío no la olvido, pero no lloro más por ella. La ayudé con eso de que se cortaba y fumaba. No sé cómo estará realmente, pero ese día que la vi en la calle la vi más o menos triste, pero bueno. Hace menos de una semana, en el reciente recital de Megadeth, cuando llegó A tout le monde, lloré porque me acordé de mi pasado, de mis discusiones y de mi actitud tan egocéntrica.
La parte feliz: iba a buscar a mi vieja a su trabajo todos los días (y aún lo hago), iba vestida muy "heavy metal" (soy metalera, muy metalera, ja). Un día, opté por ponerme mi remera de Iron Maiden que tenía la foto de Aces High. Fui lo más bien, revoleando los pelos como suelo hacer. Desde su puesto de trabajo, vi que un chico había pegado su mirada a mí. Me empezó a gustar pero no me imaginé que yo le gustaría a él.
Pasaron más de cuatro meses, por ahí y me enteré que sí, que le gustaba. Me puse feliz y durante una semana de estar conociéndonos, terminamos siendo novios. 
Estoy más que feliz gracias a él. Es más de lo que alguna vez necesité. Muchísimo más. Lo amo con lo que soy y con lo que no soy también.

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